El mundo que vivimos lo
creamos nosotros mismos
“Como la miseria engendra
lo apetecible, el miedo
engendra la crueldad”.
André Maurois.
Jesús M. Moreno Mejía.
¿Vivimos hoy en día un mundo de barbarie, de terror y de hambre, jamás antes visto o es una situación que siempre ha existido? Se pregunta mucha gente al enterarse de los acontecimientos ocurridos en nuestro país y muchas partes del planeta.
¿Será posible cambiar el estatus del ser humano o tendremos que aceptar que siempre ha sido así? Se cuestionan también los pensadores de ayer y hoy, ante la sentencia de que “el hombre es el lobo del hombre”.
Thomas Hobbes, filósofo inglés del siglo XVII, basándose en la obra “Asinaria” del comediógrafo latino Tito Macio Plauto (254 - 184 a. de C.), afirmaba que el hombre vive una guerra contra todos, pues “el hombre es el lobo del hombre”.
Pero al mismo tiempo, añadía el filósofo, el hombre es por naturaleza un ser racional y tiende a superar el desorden y la inseguridad, “y entonces los individuos ceden sus derechos a favor de un tercero, a través de un ente denominado Estado o República” (que para él denominaba “Leviatán”) tal como ocurre actualmente en el mundo entero, pero no con el éxito esperado por todos.
Al respecto, otro pensador, señaló que “el Estado de Hobbes viene a ser un hacinamiento de poder, resultante del egoísmo colectivo” en franca critica a que quienes detentan el poder lo ejercen a su libre arbitrio y no con el sentido que la gente espera.
Sin ahondar sobre la filosofía de Hobbes, éste intentaba justificar la necesidad de una monarquía absoluta, un Estado o un gobierno cualquiera, según él para lograr la convivencia de la sociedad, citando con frecuencia en su obra Leviatán los horrores de que es capaz la humanidad consigo misma.
El homo sapiens señalan antropólogos y sociólogos “es la especia más peligrosa del mundo, no porque tengamos enormes dientes o poderosas garras, o piel más gruesa, sino porque sabemos proveernos de instrumentos y armas mortíferas” para su defensa o para el dominio de otros seres, dando paso a guerras de todo tipo (religiosas, de defensa de su territorio o para la invasión de sitios que no le pertenecen, y hasta para recurrir al terrorismo, el atentado y el secuestro de individuos.
También nacen otras formas de violencia, tales como la esclavitud y el racismo, con sus variantes que medio mundo conoce, tales como la trata de personas, la prostitución forzada, la pedofilia, el feminicidio, etc.
Pero no es nuestra intención el hacer una exaltación de lo negativo que tiene el hombre, sino de intentar corregir los rumbos que ha tomado el ser humano a través de principios y valores universales, cultivándolos por si mismo o a través de instituciones.
Pero para ello hay que luchar por mitigar el hambre de muchísima gente que la padece, tanto en México como en otras partes del mundo, pues la miseria engendra males para la obtención de sus necesidades y tener lo que otros tienen, pero no está a su alcance, aprovechando esa circunstancia quienes desean controlar a sus semejantes (partidos políticos y el llamado crimen organizado).
Lo más lamentable es que la condición humana actual, como señala Erich Fromm, el hombre se caracteriza por su pasividad y se identifica con los valores del mercado, porque se ha transformado a sí mismo en un bien de consumo “y siente su vida como un capital que debe invertirse provechosamente” (mal llamado éxito, basado en lo económico).
Según Fromm (psicólogo, filósofo y sociólogo alemán 1900 – 1980), “en la sociedad actual el éxito y el fracaso se basan en saber invertir la vida. El valor humano se ha limitado a lo material, en el precio que pueda obtener por sus servicios y no en lo espiritual (cualidades de amor, ni su razón, ni su capacidad artística)”.
“La autoestima en el ser humano depende de factores externos y de sentirse triunfador con respecto al juicio de los demás. De ahí que vive pendiente de los otros, y que su seguridad reside en la conformidad; en no apartarse del rebaño. El individuo debe estar de acuerdo con la sociedad, ir por el mismo camino y no apartarse de la opinión o de lo establecido por ésta”.
Para que la sociedad de consumo funcione bien, necesita una clase de individuos que cooperen dócilmente en grupos numerosos que quieren consumir más y más, cuyos gustos están estandarizados y que pueden ser fácilmente influidos y anticipados. Nuestra sociedad necesita miembros que se sientan libres o independientes, que no estén sometidos a una conciencia moral, y dispuestos a ser mandados.
El peligro que veía Fromm en el futuro de los seres humanos es que éstos se conviertan cada uno en robot, sin que se rebelen a lo establecido. Sin embargo, dada la naturaleza del hombre, los robot no pueden vivir y mantenerse cuerdos; entonces buscarán destruir el mundo y destruirse a sí mismos, pues ya no serán capaces de soportar el tedio de una vida falta de sentido y carente de objetivos.
Para superar ese peligro, el psicólogo alemán dice que el ser humano debe vencer la enajenación, vencer las actitudes pasivas y orientadas mercantilmente, y elegir en cambio una senda madura y productiva. Debe volver a adquirir el sentimiento de ser él mismo y retomar el valor de su vida interior.
A Fromm le interesa la visión de Thomas Hobbes, en el sentido de que el hombre es lobo del hombre, pero al mismo tiempo destaca la inclinación humana al auto sacrificio. Se pregunta respecto a la condición dual si es el hombre lobo o cordero de sí mismo; en busca de una respuesta recurre al Nuevo Testamento para concluir finalmente que este libro refleja tanto una condición como la otra, concluyendo que el hombre es a la vez lobo y cordero.
Sin embargo, no todos los hombres han desarrollado de la misma manera ambas situaciones (lobo y cordero), pues en la inmensa mayoría predomina lo bueno, en tanto una minoría es dominada por el mal, misma que ha sabido exaltar la condición de lobo.
La historia del hombre se ha escrito con sangre; es una historia de violencia constante, en la que la fuerza ha sido utilizada para doblegar la voluntad de la mayoría, y existen ejemplos de líderes que han movido masas (Stalin, Hitler, etc.), matando a nombre de ellos, actuando no sólo de manera voluntaria sino, incluso, con placer.
En contraposición, agrega Fromm, “existe el amor a la vida (opuesto al amor a la muerte), el amor al ser humano (opuesto al narcisismo o al egoísmo) y el amor a la independencia (contrario a la dominación de otros).
Y a todo lo anteriormente expuesto, usted querido lector, ¿a qué le apuesta en esta vida? ¿A contribuir a exaltar los principios y valores del ser humano, para beneficio de la sociedad? ¿O dejarse llevar por las masas que oprimen a la sociedad? mismas que nos conducen a que prevalezca el clima de inseguridad y violencia, el hambre, la injusticia, la corrupción, y todo lo que nos agobia.
No salvaremos a la humanidad ni actuando como Jesucristo, pero sí dando un buen ejemplo como Él lo dio por la redención del hombre. Y no sólo en lo espiritual, sino también en lo material; dando a cada quien lo que le corresponde.
¡Hasta la próxima! |